¡Qué vela tan divertida!
Con su forma de tronco, tiene años que ya van anillando su cintura. Pues hoy, me decidí encenderla para darle calor a la Buda, para darme calor a mi cura.
Toda la mañana lleva, con su llama amarilla, que ahora alza orgullosa, tersa, alta y rígida. Lo más que puede llegar, siempre con su vista hacia arriba. Lo más que puede llegar es lo más que arriesga y tira. Consciente de la altura ahí permanece erguida.
Y por momentos me susurra y hasta petardea. Esta vela, es alegre, testaruda y engreída. Petardea como cohetes, mientras quema lo que le duele y chorrea lo que le sobra.
Esta vela conoce su fin y es eterno su momento. Y divierte mientras me llama para que cuide sus huecos, aquellos por los que rezuma su sabia.
¡Y son incontrolables! Mientras tapo uno, ella solita abre otro, en otro lado, sin avisar, directamente: chorrea.
Esta vela sabe lo que le sobra y sin esfuerzo suelta, libera, mientras dure su existencia, la eternidad de su rato. Y mientras, me hace levantar para atender su cuerpo y me ayuda a pensar. Por más que tape, el cuerpo suelta encontrando sus huecos, y así ayuda, a alzar el alma cálida, con alta llama y a tocar el cuerpo con atentos ojos, a escuchar su “coheteo” con risa espontánea y a mirarla.
Traviesa vela que encendí hoy.
Cuánto me enseñas, divertida.
Mírate, rodeada de todo lo que te sobra y parece que aprovechas hasta el último momento de tu fuego.
Te miro y me acompañas, vela loka.
(y ahora, tras un rato, eres más fuerte,
quitándote lo que te sobra
tiñéndolo de diferentes colores).